La última semana ha sido cuanto menos curiosa. Los encuentros con viejos y nuevos amigos me han hecho reflexionar sobre algunas cosas. Supongo que todo empezó con una frase que me dijo una mujer muy sabia: siempre escuchas a los demás, siempre hablamos los otros de nosotros mismos, pero jamás hablas tú. Parece mentira pero es una realidad. Llevo tanto tiempo ejerciendo de guardián de los secretos de los demás, compartiendo sus sueños y temores, sus anhelos y pesadillas que jamás me planteo compartir con otros las cargas que tiene mi propio espíritu.
Lo cierto es que no soy diferente a los demás, tengo mis pesares y mis alegrías pero los primeros tengo la mala costumbre de no compartirlos con la gente que me rodea y a la cual quizás importo más de lo que creo y que indirectamente siente que quizás no confío tanto en ellos como ellos en mi cuando me revelan el interior de su alma.
No voy a intentar justificar el origen de esta actitud por este medio, pues quizás es una de las cosas que revelare para empezar a aquellos que realmente desean que comparta mi yo profundo con sus claroscuros con ellos, pero si compartiré por este medio que deseo liberarme de las cadenas y empezar a derribar las barreras que un día yo mismo levante
domingo, 27 de junio de 2010
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